Palomeamos toda la lista de pendientes: cama, comida, platos, pelota, collar, correa y juguetes, ya solo nos quedaba una cosa por hacer, la más importante, ir por la nueva integrante de la familia.
En el trayecto a casa iba muy bien sentada, seria y en silencio, observándonos a nosotros y todo lo que pasaba alrededor, tal vez quería darse una idea de cómo éramos al ver lo que había en nuestro vehículo: casco de constructor, muchas botellas vacías de agua, unos zapatos de tacón, bolsas de supermercado con papas y bebidas dietéticas, iba a empezar a juzgarnos cuando de pronto paramos frente a un muro blanco y apagamos la camioneta.
Nos bajamos, abrimos la puerta del departamento y acariciando su cabeza le dijimos, bienvenida Carlota, en cuanto escuchó estas palabras sintió un motor en su interior que hizo girar en gran velocidad su larga cola, nos vio fijamente con ojos saltones y comenzó a oler todo el piso de madera, hasta llegar al final del pasillo, donde se encontraba su cama, se paró en ella como aprobando su comodidad y viéndonos desde allá resopló tan fuerte que las babas nos cayeron a unos 3 metros de distancia, y en lugar de sentir asco, nos imaginamos la brisa del mar, aunque no tuviera nada que ver.
-Carlota, mi nombre es Carlota, me siento gorda con este nombre, “ahí viene Carlota la gordota con cara de pelota y panza redondota”. Me siento llena y mi panza llega hasta mi garganta, ¿qué será?
Después de conocer el departamento, que por su tamaño solo tardamos 112 segundos, salimos a jugar al jardín.
-Oh… me siento tan llena que no puedo caminar, pensaba Carlota mientras daba pasos con sus patas separadas.
“Camina chistoso” me dijo Lu preocupado.
Regresamos al departamento, era la hora de comer y por ser un día especial Carlota encontró su plato lleno de pollo con arroz, y en vez de sentir más hambre, la emoción le provocó sentir su estómago un poco más grande y lleno.
-¿será mi panza?,no… lo siento más arriba, creo que es mi corazón, ¿qué es esto?, ¿tendré colesterol?
Ignorando lo anterior Carlota se comió todo el plato y lamiéndose los bigotes vio a través de la sala su reflejo en el espejo blanco:
-Dios mío pero si estoy obesa
“¿No ves muy delgada a Carlota?”, me preguntó Lu, “un poco”, le contesté, “poco a poco agarrará peso”, dije mientras agendaba la cita con el veterinario.
-¿Más peso? Pero si ya casi no puedo moverme, dijo Carlota mientras recibía mi beso en la frente, cuando de pronto, puuum, sintió que subió 400 gramos más.
La luna apareció y después de un día tan agotador llegó la hora de dormir, la hora favorita de Carlota desde que había sido abandonada por su familia anterior, en esos momentos no sentía hambre ni frio y se imaginaba todo lo necesario para llenar un poco su corazón de ganas de vivir más.
Nos fuimos todos a la cama, después de un “buenas noches” y un abrazo grupal, forzado pero deseado, nos fuimos todos a dormir. Carlota sentía que ya no cabía en la cama por su gordura, se acomodó como pudo y abrazo a su changuito de peluche que le compramos para que no se sintiera solita, resopló de nuevo y entonces una idea apareció en su cabeza que se prendió como un foco de caricatura sobre ella,
-Creo que ya sé que me está pasando, no estoy gorda, estoy llena de amor
Y con algo que parecía una sonrisa en su cara, volteó a vernos a través del marco de la puerta, movió lentamente su cola a la izquierda, a la derecha, a la izquierda, cerró los ojos y a dormir. Desde nuestra cama la veíamos hacer ruidos chistosos, mover sus patas y apretar los ojos. “¿Qué estará soñando?”, le pregunté a Lu. “Quien sabe a donde vaya Carlota cuando duerme”, me dijo dos segundos antes de que llegara su primer ronquido. Que rápido se duermen esos dos pensé, o lo soñé, no sé, yo también caigo rápido en los brazos de Morfeo.
Una plática interesante a la hora del té con el perro de porcelana de la sala.
Pelotas rojas rebotando por el mundo sin cesar.
Un buffet interminable con platos llenos de pollito con arroz, tocino crujiente, salchichas y rosca brioche.
Reunión de amigos para degustar diferentes tipos de pasto y entonces tener en mi estómago un jardín con el mejor diseño paisajístico que mi lengua puedo tener.
Un concurso de ver quien espanta más palomas y quien le pega a más gatos con chipotes chillones de algodón.
Soñar a dormir en la cama de mis nuevos papas o tener una cama gigante donde pueda meterlos, o aún mejor, hacer a mis papas pequeños y llevarlos a donde yo quiera.
Una galleta que caiga del cielo cada vez que muevo la cola.
Una pista de correr que parezca arcoíris, que llegue desde mi nueva casa hasta la luna, donde a través de un telescopio pueda ver al mundo y si alguien necesita un beso, solo basta con tomar el teleférico para bajar a donde estén.
En las noches de flojera, proyectar mensajes en la luna y hacer un cine al aire libre para todo el mundo, mientras me libero del estrés con pulgas y garrapatas masajistas, graduadas de la mejor escuela de piojito del mundo.
Un bosque lleno de árboles de donde cuelguen zapatos para morder y haya un rally para encontrar huesos enterrados. Llegar de un brinco a la playa para continuar el rally recogiendo objetos lanzados al mar incesantemente, hasta cansarme y regresar a mi cama, seca y sin frio, observando a través de la ventana fuegos artificiales silenciosos en un mundo donde todas las ambulancias estén desempleadas, los perros vivan en hogares donde los quieran mucho, haya amor y paz y parezca navidad eternamente…
Con el primer rayo de sol de la mañana y los ojos un poco hinchados, Carlota descubrió que tenía una nueva parte favorita del día, despertar en casa con el olor a café y pan con mantequilla, salir a hacer pipí, hacer sus estiramientos que ahora que sabe que son posiciones de yoga los hace con más estilo, despedirnos cuando salimos a trabajar y mientras espera nuestro regreso a casa, imaginarse nuevos sueños por vivir cuando se acabe este maravilloso día.
-Lu, dije viéndome en el espejo, ¿me veo gorda?
-El lunes comenzamos dieta, dijo Lu seriamente, que me siento un poco más rellenito.
¡Que bonito!
ResponderEliminar¡Me encanto!
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